Cumbre de Jefes de estado del MERCOSUR y Estados asociados
El mundo vive hoy un momento singular. Una revolución tecnológica avanza silenciosa en medio de un ruido que nos aturde. Una crisis climática que altera impiadosa el desarrollo de la humanidad. Ciclones, sequías e inundaciones se suceden en distintas tierras sin mostrar clemencia con nadie. En semejante escenario, nos ha asolado una pandemia que arrasó con más de diez millones de vidas.
Como si ello no hubiera bastado, en Europa la invasión de la Federación Rusa sobre territorio de Ucrania ha generado un conflicto bélico cuyas consecuencias económicas y humanas hansido enormes. Esa guerra no muestra signos de acabarse y, lo que es peor aún, parece querer prolongarse involucrando a nuevos actores.
En este escenario la globalización cruje. No muere pero se transforma. Ya no se integra como aquella gran aldea que aspiraba ser cuando la década de 1980 concluía. La batalla comercial desatada entre los Estados Unidos y China también determina nuevas condiciones geopolíticas. Así, las regiones comienzan a florecer como un mecanismo adecuado para hacer frente a estos nuevos tiempos que vivimos.
América Latina debe observar esas experiencias para no volver a quedar retrasada mirando las transformaciones sintransformarse. La regionalización que el mundo vive, y a partir de la cual se negocia colectivamente, no puede pasar desapercibida ante nosotros. El mundo desarrollado ya ha experimentado las consecuencias de sus divisiones. Tomemos esa experiencia ajena para no experimentar el dolor que la división produce. Como bien decía
Perón “la experiencia en carne propia es el maestro de los tontos”.
El MERCOSUR es, sin duda alguna, el proceso de integración más sólido que la América del Sur ha desplegado. Una unión que ha evitado que se consoliden corrientes antagónicas entre nuestros intereses. Hemos logrado tener intereses permanentes y son esos intereses los que debemos preservar en favor de nuestros pueblos.
En la historia de nuestros pueblos hay ceremonias que, cuando se repiten, profundizan nuestras relaciones. Ceremonias que consolidan sanas políticas de Estado y las mejores prácticas de integración y paz. Es lo que ocurre, exactamente, con el traspaso que cada seis meses hacemos de la Presidencia Pro Tempore del Mercosur. Cada oportunidad en la que
llevamos a cabo este encuentro es una demostración de nuestra vocación integracionista que nos permite reflexionar sobre lo que hacemos y sobre lo que vemos en nuestra región en un tiempo en el que mundo se muestra particularmente alterado.
En diciembre del año pasado, cuando en la ciudad de Montevideo recibimos esta Presidencia Pro Témpore que hoy estamos traspasando, advertimos el escenario de un mundo en transición y conflicto. Un mundo que nos desafiaba con una sucesión de crisis —una “crisis en cascada”, en palabras de las Naciones Unidas— que afectan la producción, el empleo, la salud,
la educación y el ambiente.
Fue justamente hacia fines del año pasado cuando los argentinos sentimos la severidad de la crisis climática. Hoy sobrellevamos los efectos de la sequía más grave de los últimos cien años. Uruguay está hoy mismo sufriendo esos efectos y temiendo por su provisión de agua potable.
Este shock climático acentuó las fragilidades de nuestra economía, ya afectada por la calamidad de una deuda irresponsablemente pedida por un gobierno argentino e irresponsbalemente otorgada por el Fondo Monetario Internacional. Siempre les agradeceré el acompañamiento que nos han brindado en el marco de una arquitectura financiera
internacional muy injusta que preserva las desigualdades en lugar de socorrer a los pueblos en momentos de estrés como el que atravesamos.
En este contexto, signado por las tensiones geopolíticas, el recrudecimiento de las inequidades distributivas y el impacto del cambio climático, debemos valorar el MERCOSUR como nuestro espacio común, como la plataforma para pensar los problemas, acercar las soluciones, aprovechar nuevas oportunidades y mejorar la vida de nuestra gente.
En los treinta y dos años de historia del MERCOSUR hemos alcanzado consensos: el compromiso de preservación de la democracia; el respeto irrenunciable por los derechos humanos; el reconocimiento de nuestras diversidades; el impulso hacia la integración de nuestras estructuras productivas y la negociación en conjunto para tener una mayor y mejor
inserción en el mundo.
Con esa convicción hemos avanzado en este semestre, sobre la base del trabajo recibido de Uruguay, para intentar reformar y actualizar instrumentos claves para que nuestro bloque pueda enfrentar los cambios que se observan en el contexto internacional.
Tanto en el trabajo al interior del bloque, como en la agenda de relacionamiento con otros países y regiones, deberíamos considerar, en nuestra opinión, dos directrices a seguir.
La primera es que nuestros esfuerzos de integración deben atender a un extenso entramado de pequeñas y medianas empresas que operan en los países del MERCOSUR. En esta idea reside la clave para mejorar, a través del trabajo conjunto, la interacción entre nuestras estructuras productivas.
La segunda directriz podría resumirse en la idea de que los buenos resultados en materia de comercio exterior están íntimamente relacionados con el desarrollo de nuestras capacidades productivas y científico‐tecnológicas y el desarrollo de los mercados internos. El MERCOSUR representa una oportunidad para nuestras empresas, en un doble sentido: como mercado común y como una oportunidad para terceros, que ven este mercado extendido como una
ampliación atractiva para sus propias producciones.
Los dos vectores de transformación que atraviesan el mapa productivo global son la transición energética y la digitalización. Ambas ya están en marcha y tendrán aún más impacto en los próximos años. Nuestra región tiene oportunidades concretas en estos dos ejes.
Los recursos naturales de nuestra región, sumados a las capacidades de nuestros trabajadores y trabajadoras, son estratégicos para la concreción de estos dos puntos. El salto en materia de desarrollo será colosal si logramos anclar inversiones productivas en nuestro MERCOSUR que agreguen valor a nuestros recursos naturales. Debemos integrarnos al mundo no solo como proveedores de materias primas sino como exportadores de productos elaborados.
Somos productores de alimentos y de energía. Eso es exactamente lo que el mundo hoy demanda. Tenemos aptitudes científicas y tecnológicas para agregarle valor a lo que nuestra tierra nos brinda. Si aprovechamos esta oportunidad que se nos presenta, dejaremos de ser un eslabón del proceso productivo solo relacionado con las materias primas.
No estoy estableciendo diferencias artificiales. Hay realidades productivas que se complementan, se transforman y se potencian.
Hablo de poner en valor lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Hablo de ser parte del mundo global con la fuerza de las economías que se desarrollan y no con la debilidad de las que se primarizan. Nadie puede condenarnos a ser los proveedores de la materia prima que otros industrializan y luego nos venden a precios exorbitantes.
Una visión que no advierta la dimensión de lo que aquí digo, podría inducir a algunos a pensar que de ese modo no alcanzaremos los estándares de libre comercio que algunos socios pretenden. Nosotros buscamos acceder al libre comercio que el mundo central pregona apostando al desarrollo industrial. No estoy parado en el lugar aislacionista en el que algunos me quieren ver parado. Quiero agregar valor a lo que producimos porque así podemos ser
protagonistas del futuro. De lo contrario seguiremos perfeccionando la tremenda desigualdad que hoy posterga a nuestros pueblos.
No pretendo hacer un repaso taxativo de todo lo realizado en este mandato que culmina. Pero sí me gustaría llamar la atención de los Presidentes y amigos que están sentados a esta mesa en relación con una propuesta que hemos presentado para el desarrollo de un Sello del Buen Diseño del MERCOSUR. Con esta iniciativa proponemos formatear, en clave regional, un programa que venimos implementando exitosamente en mi país. Buscamos fortalecer la innovación y la inserción en los mercados internacionales de las pequeñas y medianas empresas del MERCOSUR, potenciando sus capacidades de diseño y fortaleciendo una identidad regional.
En materia de Negociaciones Externas, nuestra atención ha estado concentrada en avanzar en las cuestiones pendientes y actualizar y perfeccionar el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea.
En más de una ocasión hemos cuestionado el Acuerdo tal y como fue suscripto a mediados de 2019. Se trata de dudas y reparos que veníamos planteando tanto dentro de nuestro bloque como a nuestras contrapartes.
Tenemos una visión crítica de lo que se acordó entonces. Aquello fue el fruto de un esfuerzo muy desigual entre las partes. Así, el MERCOSUR fue el que más cedió siendo el bloque con menor nivel de desarrollo relativo en el Acuerdo.
La presentación de nuevas demandas en materia ambiental por parte de la Unión Europea, luego de prácticamente cuatro años durante los cuales el proceso negociador estuvo virtualmente detenido por diferencias políticas internas en Europa, nos presenta una visión parcial del desarrollo sostenible. Una visión excesivamente centrada en lo ambiental, con nulo registro de las tres dimensiones de la sostenibilidad (ambiental, económica y social) y de la interacción de ellas entre sí.
Aun con todas estas consideraciones, la Argentina estima que el Acuerdo entre el MERCOSUR y la UE representa una oportunidad.
Creemos que la profundización del vínculo entre ambas regiones es una acción política importante en un contexto internacional de conflicto e incertidumbre creciente. El Acuerdo también significa una oportunidad concreta en el marco de la reconfiguración de los mapas productivos, de nuevas tecnologías y nuevos empleos que suponen las nuevas cadenas de
valor.
Aspiramos a que las negociaciones en marcha arrojen resultados equilibrados para todas las partes. Hasta aquí, las dificultades para avanzar no han sido producto de la falta de consenso o vocación de trabajo por parte de los países miembros del MERCOSUR. Por el contrario, las contramarchas son el producto de actitudes proteccionistas de las contrapartes particularmente notorias en el caso del sector de los alimentos, rubro fundamental en la oferta
exportadora de nuestro bloque.
En este nuevo escenario, donde prima la relocalización de los factores de producción, la propuesta europea puede ser también una oportunidad para ajustar los desbalances del Acuerdo a la realidad de este mundo que cambió. Una oportunidad para introducir mecanismos que nos protejan de medidas unilaterales en materia ambiental que tendrán lugar
con o sin acuerdo. Que favorezcan la inserción de nuestras empresas en cadenas de valorentre ambas regiones.
Vivimos en un mundo que vuelve a polarizarse, con desigualdades que se profundizan y con la globalización en crisis y mutando. Los grandes capitales ya no buscan bajar costos, sino evitar riesgos geopolíticos y de abastecimiento en general. Ahora que China exhibe todo su poder económico, comercial y financiero, occidente se ha dado cuenta lo caro que le ha costado la mano de obra barata. Se ha percatado, tardíamente, de que la localización productiva influye
notablemente en las capacidades para innovar y muy fundamentalmente, en la generación de
empleo digno.
Si en algún momento el avance de la globalización pareció una tendencia inexorable, en este nuevo contexto las regiones se preparan para acotar las cadenas de valor y agregar más ciencia y tecnología. Las motiva la búsqueda de la seguridad interna y el dominio de las nuevas tecnologías, incluidas aquellas que puedan generar una reversión en el proceso de destrucción del ambiente.
Si fuésemos capaces, coordinadamente, de arribar a un diagnóstico común y desarrollar un conjunto de políticas productivas y científico‐tecnológicas aptas para este nuevo entorno global, podríamos dar un salto cualitativo en nuestro proceso de desarrollo.
Esta puesta en común, es cierto, requiere también de una debida consideración respecto de las disparidades entre los socios que componen el MERCOSUR. Pensar este asunto y concretarlo en políticas eficaces es parte del desafío.
Nuestro compromiso con la inserción comercial internacional del bloque es inequívoco y va más allá de la Unión Europea. Creemos en la importancia de diversificar geográficamente nuestra agenda externa buscando socios que nos ofrezcan reales oportunidades de incrementar nuestras exportaciones. Es por ello que hemos impulsado las negociaciones en
América Central y con países más distantes como los Emiratos Árabes Unidos.
Para la Argentina, el MERCOSUR es su plataforma de salida al mundo, su principal instrumento de inserción internacional.
En 2022 el comercio total del MERCOSUR con el resto del mundo registró un total de US$ 752.600 millones. Fue el mayor valor histórico del bloque.
Respecto del comercio intra‐bloque, más del 50% de las exportaciones entre los socios del MERCOSUR se concentra en manufacturas, específicamente en manufacturas industriales de sectores como el automotriz, la metalmecánica y la química, representados por el intercambio de bienes de tecnología media. A eso se suman las exportaciones de alimentos y combustibles.
Luego de una etapa de estancamiento iniciado tras la crisis financiera de 2009, el comercio entre nuestros países cobró nuevo impulso. Superó los niveles de pre‐pandemia en un 38%.
Luego de más de 32 años de trabajo conjunto, el MERCOSUR es un instrumento de integración estratégico y un ámbito de cooperación y coordinación ejemplar para nuestros países, con una masa crítica de experiencia y articulación inédita en nuestra región.
Por cierto, y más allá de las decisiones de los gobiernos, las personas que habitan nuestros territorios están integradas: cruzan las fronteras, viajan, comercian y establecen vínculos
personales.
Queridos presidentes, amigos y amigas que nos acompañan, estoy muy contento de compartir este encuentro junto a ustedes. Han sido seis meses de mucho trabajo y mi Canciller me ha dicho que la interacción con sus pares y sus equipos ha sido excelente. Les vuelvo a agradecer y espero que tengamos una buena jornada de diálogo e intercambio.
Les pido ahora que me dispensen y me permitan dejar expuestos mis sentimientos.
En primer término, permítanme despedir fraternalmente de estos encuentros al querido Presidente de la República de Paraguay, Mario Abdo. Todo este tiempo he valorado tus aportes y tu pueblo debe saber que tuvo en vos a un digno defensor de sus intereses. Dejás la presidencia de tu país pero seguís teniendo en Argentina a este amigo que te quiere y te valora.
Finalmente debo confesar que hoy es un día especial para mi. No puedo dejar de destacar que siento una especial alegría, una suerte de privilegio del destino, al traspasar la presidencia pro tempore del MERCOSUR al querido presidente de la República Federativa del Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. No quiero ocultar ni el enorme cariño ni la profunda admiración que siento por él. Ha sido víctima de la persecución y de la injusticia, pero el pueblo de Brasil ha sabido
reparar semejante daño dándole el liderazgo de esa nación hermana. Querido amigo, te deseo
lo mejor. Lo mereces.
Ser miembro de este bloque nos fortalece. Sin él, en un escenario internacional de países centrales que conforman enormes bloques económicos, seríamos más débiles y más pequeños. Seamos fuertes defendiendo nuestros intereses. Seamos artífices de nuestro futuro. “Divididos solo seremos esclavos”, diría San Martín.
Estemos orgullosos de lo que somos. Aquí, en la paz del sur, está el presente y el futuro, mientras que en el norte, donde las bombas estallan, solo anida el frío cálculo de los poderosos. “Mientras que el tiempo pasa y pasan los desfiles, y se hacen otras cosas que el norte no prohíbe…con su esperanza dura el sur también existe”, dijo Mario Benedetti.
¡Muchas gracias!